El asbesto es un grupo de seis minerales, bastante resistente, a la vez flexible y con propiedades aislantes, debido a sus características, tuvo un amplio uso industrial y en la construcción durante el siglo XX.
No hay cálculos que indiquen la cantidad de toneladas de asbesto que se destinaron a la industria de fibrocemento y la construcción en Guatemala, mucho de este material sigue presente en numerosos edificios e infraestructuras. A lo largo del siglo pasado se fueron conociendo los efectos nocivos sobre la salud humana, basándose en la capacidad de las fibras del asbesto en provocar una reacción lenta progresiva y un efecto cancerígeno.
Se estima que la vida útil del asbesto es de 30 a 35 años, en nuestro país hay un alto porcentaje instalada que ya cumplió su vida útil, esto implica que las fibras que se desprenden de este material y sean aún más dañinas y letales.
Hay mucha evidencia científica que vinculan la exposición del asbesto con el desarrollo de diversas enfermedades pulmonares, el tiempo de latencia entre la exposición y aparición de estas enfermedades es de 20 a 40 años, a pesar de esta evidencia científica, el asbesto aún se encuentra en muchos lugares: fibrocemento, tejado de vivienda, naves industriales, estructuras de todo tipo de edificaciones, públicas y privadas entre otros.
No existe un nivel de exposición seguro al asbesto, por lo que no debería de seguir presente en nuestro entorno y en el medio ambiente, en este momento se debería de identificar las naves industriales, edificios, centros de trabajo e infraestructuras que aún contienen asbesto y eliminarse de forma segura.
Es urgente poner la atención a la pandemia del asbesto, que avanza en forma silenciosa e inexorable, la exposición al asbesto es un problema mundial de salud pública, mediambiental y ocupacional.
Algunos datos:
En 1986, la Organización Mundial de la Salud (OMS) determinó que todas las formas de asbesto causan cáncer; es decir, son carcinogénicas.
En 1987, la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) clasificó al asbesto en el grupo 1, en el cual están los cancerígenos de mayor riesgo.
Un estudio hecho en 544 pacientes en Barcelona y publicado en la revista Canadian Respiratory Journal en 2017 encontró que había una mortalidad relacionada directamente con el asbesto y que el 57,7% de estas muertes fueron debidas al mesotelioma, por lo que instaba a llevar a cabo un plan preventivo en la comunidad.
Según diversos estudios, el asbesto pone en riesgo a unos 125 millones de personas en el mundo, en particular quienes trabajan en el raspado, la reparación, la demolición, el mantenimiento o el manejo del mismo.